Pase lo que pase abrirás las ventanas domingos. Aprendiste el miedo que da afilar, por si acaso, los cuchillos. Tu ciudad es un animal extraño. Una vez te dejaste la vida en sus calles. Pero eras otra. Y la ciudad también lo era. Era la tierra de los exilios internos y las niñas perdidas. Todos luchabais por los mismo. Lo mismo resulto ser muy diferente.Te gustaría que cayeran copos de nieve o palabras suficientes, en su lugar un viento insistente reparte las cenizas del incendio de Nou Campanar por las grandes avenidas y los callejones estrechos, porque igual que tú esta ciudad ignora el término medio.
Aina es mucho más alta de lo que imaginabas y camina como si hubiera ido a todas las guerras en botas. Mueve la melena y lleva los labios pintados. Tu, sin embargo, caminas como cayéndote, como haciendo equilibrismos con los hombros y las piernas, como si no encontraras nunca los bolsillos. Supones que la diferencia se debe a que Aina supo irse y tu no. Afilar, por si acaso, los cuchillos.
Al sentaros sabéis que llega el momento del habla, no del diálogo exactamente, sino del silencio dosificado, de comprobar si tenéis un idioma común o si cuando nombráis la ciudad os referís al mismo territorio.
Decís la terreta como podríais decir el pueblo, el barrio o una secta coercitiva. Decís la terreta y no os faltan más adjetivos para saber que os referís a un cierto tipo de hijos en un cierto tipo de ambiente, de familias pro inmersión lingüística, izquierda de tota la vida, cantares en tabalets y dolçaines, conservatorio de música, clases de idiomas, manifestaciones y colegios con solera. Niños nacidos en el entorno adecuado para ejercer con plena impunidad todo tipo de abuso de poder porque a la izquierda no se le supone ningún abuso ni ningún poder. La izquierda sólo canta canciones de Obrint Pas.
Te gustaría que en lugar de ceniza cayera una lluvia de granizo. El cielo despejado, el talón de Aquiles, el tabaco de liar sobre la mesa, como si en vez de hablar estuvierais bailando con un álbum de fotos, inspeccionando el escenario del crimen o rememorando una vida compartida en un campo de exterminio. Billy Elish sabe cantar esa sensación cuando grita: You made me hate this city.
Os conocíais pero tu no lo recuerdas. Ella si. Fue en otro tiempo. En el instituto. Buganvillas. Tu instituto tenía buganvillas. Siempre hacía sol al mediodía. ¿Y qué decían? ¿Y qué pasó antes? ¿Y qué pasó después? Para ellos era otra cosa. Cuando vosotras teníais ganas de besar, ellos tenían ganas de poder. La violencia no es sólo una cuestión de género, es sobretodo una cuestión de miedo a la irrelevancia. Así los recuerdas, todos juntos como una bandada de cuervos. La adolescencia es un estado permanente cuando la herida data de entonces. ¿Y si ya no tenemos edad para hacernos piercings y tatuajes? Adueñarse de la piel, asumir que una ya no tendrá más edades o que sólo tendrá la edad que necesite.
Después un sudor que descompone el frío. No te acabas la cerveza. Hoy habrá luna llena sobre Valencia. Tú tienes miedo de todos sus habitantes. Te gustaría que en vez de noche cayera un atardecer primaveral de esos de piedra anaranjada y campanarios recortados sobre un fondo de nubes como lagartos plateados. Pero Aina ha conquistado la libertad. Esa libertad que se parece al oxígeno. Supo huir cuando hay que huir. Lo social, lo social, la batalla está en lo social y de ahí a lo terapéutico, las mujeres atrapadas, la casuística, los entresijos de la ley del sólo si es si, el caso de Juana Rivas, la maternidad, los colegios y los ecosistemas del peligro.
Nadie. No hay nadie en la ciudad. Las plazas son un decorado donde resuenan vuestras palabras con un eco teatral. Una calma oscura. Las calles que os vieron pasear junto a los tipos equivocados os ven ahora haciendo discursos sobre la emancipación, la maternidad, los cortes de pelo, la tiranía de adelgazar y las familias que vienen jodidas de serie. La victoria debe ser eso, y de vez en cuando se escapa un: menos mal que estamos vivas o un bastante bien estamos. Los cuervos retroceden, las leonas rugen tan alto que hasta la nocturnidad se ablanda. Dice Nacho Vegas citando a José Alfredo: “ las distancias apartan las ciudades, las ciudades destruyen las costumbres”. Se está bien aquí. ¿Haciendo qué? Los lugares del recuerdo son tumbas abiertas, alguien tiene que quedarse a vigilar del muerto. Os haréis un piercing en Mayo, con sol y buen tiempo. Te gustaría que cayera una lluvia torrencial. Que amaneciera de pronto. Que llovieran buganvillas de las azoteas como un milagro.
Desde el salvaje este.
Carlota
“…La adolescencia es un estado permanente cuando la herida data de entonces.”
Estoy abrumado por la carga que condensa esta frase, cosas curiosas; el fin de semana recibí una visita sorpresa del otro lado del mundo de una amiga de la adolescencia, imposible no pensar en aquellos años. Ayer por la noche comencé a ver una serie cuya premisa es: Una joven, acosada hasta el punto de decidir abandonar los estudios, lleva tiempo pensando en la mejor manera de vengarse.
Alegría y dolor, emociones que en días consecutivos trajeron al día de hoy la adolescencia.